La museografía del Deseo: Museos Eróticos
La versión decente de este texto fue publicada en la bonita sección cultural "El Ángel" del Periódico Reforma con el título arriba mencionado el 25 de mayo del 2003
Los museos: espacios de memoria
Un museo es un lugar donde se exhiben, por lo regular, colecciones de objetos. El término contemporáneo proviene del latín museum que a su vez proviene del griego mouseion, templo dedicado a las nueve musas. Los museos, en realidad, son espacios de memoria que nos conectan con el pasado. En los objetos que se exhiben en los museos se encuentran, de alguna manera, materializados los recuerdos. En las sociedades contemporáneas existe una actitud, bastante generalizada que podemos llamar coleccionista. Las personas que hacen un viaje, por ejemplo, suelen compran souvenirs (recuerdos), de los lugares que visitan. La adquisición de dichos objetos no sólo sirve como autentificación o evidencia de sus viajes, sino también como una manera de conectarse con un pasado inmediato de manera simbólica, como una forma de fijar un referente en el pasado. Bien vistos, los interiores de las casas, los espacios domésticos, podrían ser considerados como auténticos museos en donde se exhiben colecciones de objetos de memoria. Fotografías, cuadros, ceniceros, portaplumas, cajas de cerillos, vasos, lápices, encendedores, etc., forman parte del repertorio conmemorativo que se exhibe intencionalmente en las casas. Cada objeto de memoria cuenta así, con su propia historia y tiene dos funciones: rememorar y conmemorar. Los objetos nos ayudan a recordar. Son las huellas de un pasado que se evoca no de manera mental sino discursiva. Se entiende por ello que los objetos que se exhiben en los museos necesitan de un texto que anuncie ¿por qué está ahí? Cosa que no sucede con los objetos exhibidos en una casa porque siempre habrá alguien para explicar cómo llegó ahí dicho objeto. Como la historia de los objetos no puede ser contada por ellos mismos, alguien tiene que contarla por ellos. Por ello, cuando uno acude a un museo, no basta con ver el objeto que se exhibe, uno tiene que leer las pequeñas tarjetas que anuncian el origen, las medidas, las técnicas con que fue realizado o el nombre del realizador e incluso el año en que fue realizado. Los museos son espacios de memoria.
De los museos eróticos en el mundo
Museos hay de muchos tipos: de arte, de historia, de piedras preciosas, de estatuas de cera, etc. No obstante, en los últimos 20 años, aproximadamente, han surgido museos sumamente interesantes: los museos eróticos. En el mundo existen varios de ellos, entre los más célebres encontramos: en Alemania, la Beate Uhse (Berlín); la Galerie Art (Dresden); el Erotic Museum (Hamburgo); en China, el Museo de la Cutura Antigua del Sexo (Shangai); el Sex Machines Museum (Praga); en Dinamarca, el Museum Erotica (Copenaghe); en España, el Museo De L’Eròtica (Barcelona); el Museo Erótico de Madrid; en Estados Unidos, la Feítíco Gallery (Chicago); el Mosex (Nueva York); el Antique Vibrator Museum (San Francisco); en Holanda, el Amsterdam Sex Museum; el Erotish Museum Amsterdam; en Suecia, el Museum Erotica Stockholm; el Erotic Virtual Art - EVA (Skane); en Suiza, el Museum of porn in art - Galeria Baviera (Zurich); en Francia, el Musée de l’erotisme (Francia). Algunos de estos museos, como los suecos, son sólo virtuales y aunque sólo contienen imágenes producidas de manera digital, no podemos olvidarnos de ellos. Algunos museos eróticos cuentan con edificios completos para la exhibición de los objetos y los más modestos están en los sótanos de algunas casas de coleccionistas. Los objetos que exhiben van desde las clásicas pinturas, postales, fotografías, figurillas hasta máquinas sexuales y vibradores.
El debate
La oposición de los sectores más conservadores y recalcitrantes de las sociedades contemporáneas a la apertura de este tipo de espacios culturales, se centra en considerar estas exhibiciones como inmorales y pornográficas. ¿Cuál es la diferencia entre lo erótico y lo pornográfico? Es sumamente difícil decirlo con precisión. La línea que separa lo uno de lo otro es vaga y ambigua. Kandinsky afirmó mucho tiempo atrás que si una obra de arte no hacía más que despertar las bajas pasiones en el observador, lo que había que censurar era al observador y no la obra de arte. En efecto, lo pornográfico no se encuentra en el objeto ni en su forma de representación sino en la forma de mirarlo. Afirmar que lo pornográfico es inherente al objeto es hacer de la pornografía un argumento. Lo que se considera pornográfico en una época, puede no serlo en otra, de tal forma que los criterios para separar lo pornográfico de lo erótico varía no sólo de acuerdo al tiempo en que se vive sino al contexto social donde se producen dichos materiales. Los museos eróticos, al igual que cualquier otro tipo de museo, son parte del patrimonio cultural a nivel mundial, documentan la biografía sexual de las sociedades a través de los objetos que exhiben. Así como no hay sexualidad sin cultura, no hay cultura sin sexualidad. Tienen una función privilegiada, la de otorgarnos un sentido del pasado en lo que a la vida sexual se refiere. Los museos eróticos nos ofrecen una visión más o menos general de las prácticas de socialización sexual de nuestros antepasados. Son educativos. Sin embargo, para poder disfrutarlos, hay que eliminar el morbo de la mirada. En caso contrario sólo se podrá reconocer en ellos: pornografía. Lo pornográfico está en la mirada y no en los objetos, ni en la forma de representar la sexualidad. En el Beate Uhse de Berlín, se exhiben figurillas de barro originarias de México que hacen alusión a ritos sexuales. Piezas que no se exhiben en el Museo de Antropología e Historia e incluso están censuradas. La doble moral que caracteriza a nuestro país, permite, sin embargo, que en programas de televisión las conductoras o cantantes, aparezcan semidesnudas o moviéndose de manera lasciva, incluso en programas para niños. Situación que sale fuera de toda lógica. No es fortuito pues que en México, no tengamos un museo erótico y que, como siempre, tengan que pasar muchos años para que las políticas gubernamentales se liberen del yugo moralizante de los grupos sociales más conservadores del país y permitan la apertura de este tipo de espacios. Después de todo, infinidad de personas en nuestro país cuentan con su propio museo erótico debajo de sus camas.
Sólo el morboso y el ignorante ven pornografía donde no la hay.