- La psicología social desdeña todo aquello que no puede cuantificarse.
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Es verdad que hay cosas útiles que sólo de usarlas resultan inútiles. Pero también es cierto que muchas veces lo inútil puede ser todavía más inútil. Por ejemplo, no basta con conocer y determinar lo que las sociedades designan como inútil, sino que es más interesante aún, y por lo tanto más inútil, acercarse a las formas en cómo las sociedades designan y construyen los significados de lo útil versus lo inútil.
Eso es al menos lo que muestra un grupo de psicólogos sociales que -convocados por Juan Soto Ramírez, profesor e investigador de la UAM Izta- palapa- sacó debajo del colchón, bien las ideas o bien las hojas llenas de polvo escritas años atrás, para darle forma y contenido, vida y cuerpo al libro Psicologías inútiles (UAM Iztapalapa / Miguel Ángel Porrúa).
La obra, dice Juan Soto en entrevista, es, de principio a fin, inútil. Así fue concebida. Así fue concluida e impresa. Se basa en el hecho de reunir un conjunto de ensayos que difícilmente podrían aceptarse en algún congreso, coloquio o libro de psicología social. Los temas son tan variados como, en efecto, carentes de todo provecho económico, militar, tecnológico, salubre o social: las moscas, los deseos, la música de arrabal, las banquetas públicas y los rincones del alma, las paredes, la mentalidad de los barcos falsos, la lucha libre, la hinchada futbolera, la psicología teórica, la narrafilia y la propia psicología social (con y sin relación al oxígeno).
En el libro, insiste Juan Soto, hay un sentido de inutilidad con tono crítico y fuertemente irónico. Pues la mayoría, en un mundo como el nuestro, aspira a ser todo, cualquier cosa, menos inútil.
-¿Es necesario lo inútil?
-Es necesario un encuentro con la inutilidad porque la "ciencia formal" no alcanza para explicar muchos procesos, situaciones y problemáticas. Por eso, al final, no hay nada de inútil en preguntarse por la inutilidad de lo inútil. Eso es precisamente lo que hacemos en el libro, que, por otro lado, no es tan inútil puesto que fue evaluado con determinados criterios de utilidad. Razón por la cual seguramente no les va a gustar a muchos, sobre todo a los conservadores, a los moralistas y a los puristas de la psicología social.
-¿Cuáles son algunos de esos objetos que, dice usted en el libro, han sido "desdeñados por la psicología dominante"?
-Casi todos. En el libro hay 11, pero en la vida cotidiana hay más. Las versiones de inclinaciones empiristas y realistas terminan por desdeñar casi cualquier cosa. Yo no dejo de sorprenderme con la actitud de mis estudiantes que, al ir sorteando cursos de psicología social, tarde que temprano terminan por fascinarse con ciertas virtudes que ofrece la aplicación de cuestionarios. Que debe ser la fascinación que produce aprender a utilizar alguna herramienta o algún software (tan de moda hoy en las ciencias sociales). La psicología dominante desdeña cualquier cosa que no pueda cuantificarse. Recuerdo que cuan- do era estudiante de maestría muchos de mis compañeros y profesores decían que "todo se puede medir". Yo sólo trataba de imaginar las vidas tan infelices que deberían tener con sus parejas o en sus trabajos (contando BMW en lugar de ovejas en sus sueños). Para resumir, todo aquello que no puede cuantificarse es todo aquello que desdeña la psicología social dominante. Esos extraños seres de actitud cuantificadora parten del hecho de que si no se puede medir, entonces no es real. Cosa tan absurda. Y lo que no se puede medir es casi todo: pensamiento, emoción, actitud (en su sentido original), libertad, utilidad, inutilidad, etcétera.
-Ahora, entonces, ¿cuáles son las características de eso que llama "psicología dominante" y, sobre todo, cuáles son las características de esos "guetos conservadores de psicólogos sociales que se oponen abiertamente a admitir que hay otras formas de generar conocimiento" más allá de los mandamientos positivistas?
-A mis estudiantes no me canso de leerles en voz alta el pasaje de la página 59 de El oficio del sociólogo, de Pierre Bourdieu, que dice: "No basta multiplicar el acoplamiento de criterios tomados de la experiencia común (piénsese en todos esos temas del tipo 'el ocio de los adolescentes de un complejo urbanístico en la zona este de la periferia de París') para construir un objeto que, producto de una serie de divisiones reales, sigue siendo un objeto común y no accede a la dignidad de objeto científico por el solo hecho de prestarse a la aplicación de técnicas científicas." Un rasgo distintivo, diría yo el más peligroso, de la psicología dominante, es la necesidad de construir denominaciones específicas que terminan por construir "nuevos objetos" al establecer nuevas relaciones entre los aspectos de las cosas.
-¿Es decir?
-Déjame sacar mi libreta de apuntes para responderte tal como lo dice educadamente el profesor Manuel Cáceres (y espero no equivocarme): "La realidad no es una propiedad ontológica de los sistemas de signos." O sea, la psicología dominante termina por construir relaciones y realidades que, supone, son inherentes a la realidad cuando sólo son inherentes a los sistemas de signos (o sistemas de variables) que definen, delimitan y analizan. No dejo de sorprenderme con mis estudiantes cuando, después de unos seis meses de estar en la licenciatura de psicología social, comienzan a afirmar que experimentan, textual, "disonancia cognoscitiva". Pero, además, comienzan a experimentar, ¡en serio!, el "locus de control" , la "resiliencia", el "apego", la "motivación de logro", "el miedo al fracaso" y su opuesto: el "miedo al éxito", las "atribuciones"... Incluso algunos (que ignoraban que la psicología social no es lo mismo que la psicología clínica) terminan por sospechar que su padre es "bipolar" o se convencen de que ellos mismos son "neuróticos" o tienen "trastorno dismórfico" o que ya casi se gradúan en locura alcanzando ciertos rasgos de la "personalidad borderline". Para decirlo de otro modo: la psicología social dominante considera, sostiene y defiende, aunque no lo acepte, que la realidad es una extensión de sus teorías.
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